lunes, 14 de abril de 2008

Azares del destino

...El azar no es, como muchos creen, la flor del arbol del limón...
-Anónimo-

Es el azar, sin duda alguna, un tema que no debe tomarse demasiado en serio si no se quiere terminar angustiado. Pero admitamos que es irresistible pensar aun que sea un poquito en él. El diccionario define al azar (a la palabra azar) como la causa a la que se atribuyen acontecimientos fortuitos o inexplicables. El azar es un concepto con el que estamos bien familiarizados. Un juego de naipes o de dados son considerados juegos de azar y lo son por que de antemano conocemos los posibles resultados que podemos obtener al jugarlos, pero no conocemos con certeza cual de ellos ocurrirá. La teoría de la evolución esta basada en el azar. Sabemos que en los mecanismos de copiado de la molécula de ADN en la reproducción celular, el ARN transcriptor a veces comete errores aleatorios que derivan en una mutación, la cual puede ser favorable o no para la adaptación del organismo al medio. Además en este medio ocurren, por supuesto, eventos azarosos.
Una de las grandes revoluciones científicas que trajo consigo el siglo XX fue la aparición y el desarrollo de la teoría cuántica. Una concepción que, junto a la teoría de la relatividad, es canónica en la forma moderna de modelar el mundo. Parte del carácter revolucionario de esta teoría es que derriba sin clemencia la concepción de un mundo determinista que vio la luz desde la aparición de la dinámica de Isaac Newton. El carácter “azaroso” de esta teoría radica en que para conocer la posición de cierta partícula, debemos describirla con una ecuación probabilística. Es decir, no podemos conocer con certeza la posición de la partícula pero si la probabilidad de encontrarla en dicha posición. A todo esto incorporemos el famosísimo Principio de incertidumbre de Heisenberg que dice que no se puede conocer simultáneamente con precisión arbitraria la posición y la velocidad de cierta partícula. La razón de esto es que para poder medir ciertas magnitudes físicas de un sistema debemos interactuar con él, de modo que al medir alteramos dicho estado. Nótese que la incertidumbre de la que se habla aquí es una incertidumbre de principio, que no tiene nada que ver con la precisión de nuestros instrumentos de medición.
Al encontrarse la física moderna en esta circunstancia, han aparecido fundamentalmente dos corrientes o interpretaciones: Una afirma que el azar es parte del mundo, y que el principio de incertidumbre representa la verdadera naturaleza de la naturaleza. Esta postura se conoce como la interpretación de Copenhague de la que fueron partidarios Niels Bohr, Max Born y Werner Heisenberg, entre otros. La otra postura, conocida como “interpretación de las variables ocultas”, afirma que la naturaleza impredecible del mundo se debe a que existen variables ocultas, que se irán descubriendo al hacer investigaciones más profundas y avanzadas. Algunos de los defensores de esta interpretación fueron Albert Einstein y Bertrand Russell.
Cabe señalar que esta polémica no es para nada novedosa. Comenzó cuando Pierre Simón de Laplace (1749-1827) trabajó en el problema de la estabilidad del sistema solar usando la mecánica y la gravitación newtonianas. Laplace achacaba los errores de su modelo a nuestra incapacidad de medir, pero estaba convencido de que con mejores observaciones se obtendrían mejores resultados. Además las ecuaciones de movimiento son sumamente complejas, pero el que no podamos resolverlas no implica que no exista una solución que determine cualquier estado del sistema, conociendo las condiciones iniciales. Poco después de Laplace, Henry Poincare (1854-1912) postula que el azar radica en la naturaleza misma y no está sujeto a la ignorancia subjetiva. Es decir, si se descubre una ley que predice algún cierto fenómeno denominado hasta ese momento azaroso, entonces nunca fue azaroso.
Fundamentalmente, la cuestión se reduce a lo siguiente: ¿El azar es un asunto ontológico o epistemológico? ¿Nuestra incapacidad de conocimiento se debe a la incompletitud de nuestros modelos e incapacidades momentáneas (pero eventualmente superables) de medición o a que la naturaleza realmente es regida por el azar?
A mi me parece un poco mas cómodo pensar que el estado actual del Universo es consecuencia directa de la conjunción (¿infinita?) de los estados anteriores. Si no conocemos lo que saldrá cuando tiramos un dado no es por que en ese momento actúe un ente extraño llamado azar, sino por que no conocemos la fuerza aplicada, la magnitud del giro, la fricción con el aire, si se nos queda un poco pegado a la mano, como rebota con la mesa, etc., etc. En un juego de naipes no conocemos la carta que saldrá por que ningún ocioso contó las veces que se revolvió la baraja, ni como se hizo, ni dio seguimiento al camino de cada uno de los naipes, pero algo es seguro, si por casualidad echamos en reversa cada uno de los movimientos de la carta obtendremos, no azarosamente sino de manera determinista, la misma configuración inicial de las cartas. Tal vez cada uno de los errores al copiar el DNA se debe a un motivo que, por no contar con las herramientas correctas, hasta ahora no podemos conocer. O tal vez descubramos en el futuro las “variables ocultas” de las que era defensor Einstein (quien decía “Dios no juega a los dados” refiriéndose a la mecánica cuántica y quien también fundó una teoría que predice que el Universo tuvo un principio). Quizás podríamos resolver el enigma del mundo conociendo sus condiciones iniciales (supongamos que podemos conocerlas) y el libre albedrío es solo una ilusión consecuencia de un estado anterior. Todo esto, por supuesto, suponiendo que el Universo tiene un principio y que somos lo suficientemente trabajadores para conocer las relaciones existentes en él.
Pero esta postura ni quita la angustia ni mucho menos desaparece al azar, pues si suponemos que todo es consecuencia de unas ciertas condiciones iniciales únicas y muy particulares que se presentaron al verdadero principio de los tiempos ¿Por qué se dieron tales y no otras?
Por supuesto, en esta reflexión no se intenta resolver nada, mas bien se trata de conciliar (aun que sea un poquito) las dos actuales posturas frente al problema del azar….sin poder evitar terminar un poco angustiado.
Nos vemos luego

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